Querid@s alumn@s:
Os dejo un par de textos para que trabajéis estas vacaciones.
Recordad: haced las preguntas 1, 2 y 3 de la PAU.
1. Señale y explique la organización de las ideas del
texto. (Puntuación máxima: 1.5 puntos)
2. 2a) Indique
el tema del texto (Puntuación máxima: 0.5 puntos)
2b) Resuma el texto (Puntuación
máxima: 1 punto)
3.
Comentario crítico sobre el contenido del texto. (Puntuación máxima: 3 puntos)
Por cierto, jóvenes, FELICES FIESTAS.
TEXTO 1
¿España
contra España?
¿España contra Catalunya? ¿Catalunya contra España? ¿España contra
España?... Poco o nada importa el enunciado que se le ponga si la realidad que
esconde lleva el suyo propio: España contra los españoles. Y no de ahora, sino
de siempre, sólo que ahora, que la derecha más montaraz vuelve a
patrimonializar a calzón quitado el nombre de la patria, y la patria misma, el
ensañamiento se antoja insoportable.
Cualquiera puede darse cuenta de que nadie querría irse de España, ni los
catalanes, si en ésta gobernara la decencia, la justicia, el respeto al
ciudadano, la democracia, la libertad, el decoro, la igualdad, el talento y la
cordura. Lamentablemente, lo que rige en ella, lo que la secuestra y la
desfigura hasta dejarla irreconocible para sus hijos, es el latrocinio, la
jeta, la sirla institucional, la inseguridad jurídica, el nepotismo, el
amiguismo, el caciquismo, el clientelismo, la ignorancia, la arbitrariedad, el
clasismo más repugnante, la persecución de la inteligencia, la mendacidad, el
covachuelismo y la mordida. ¿Quién no querría, si pudiera, irse, siquiera en
busca de esa otra España mítica, amable, utópica, que devolviera el amor que se
le profesara?
Se atreve Rajoy a hablar de la Constitución, él que tanto conculca sus
principios y sus designios, para blandirla como coco, como detente-bala, contra
el siroco catalán independentista. ¿De qué Constitución habla? ¿De qué
blindadas Sagradas Escrituras? ¿De las que un político incapaz como Rodríguez
Zapatero pudo modificar, presionado por los gorilas de la usura internacional,
para que las deudas de los ricos las pagaran lo pobres?
Rajoy coge la Constitución, pues leerla no creo que se la haya leído nunca,
y no encuentra en ella ningún mandato a los poderes públicos para que no
consientan que los españoles pasen hambre, ni frío porque no puedan pagar el
recibo-atraco de la luz, pero sí, al parecer, el dogma que impide a los
españoles consultarse a sí mismos y responderse lo que les dé la gana.
Aquí no hay más pleito que el que, unilateralmente, provoca el uso y el
abuso de España, de la palabra y de la cosa, por quienes poco la aman. Nadie
querría marcharse, corriendo como alma que lleva el diablo, si España fuera lo
que debiera ser, la suma libre, feliz, de grado, de todos y cada uno de los
españoles.
Rafael Torres, Madrid, 14 Dic.
TEXTO 2
Plácida Linero vio entonces el papel
en el suelo, pero no pensó en recogerlo, y sólo se
enteró de lo que decía cuando alguien se lo mostró más tarde en la confusión
de la tragedia. A través de la puerta
vio a los hermanos Vicario que venían corriendo hacia la
casa con los cuchillos desnudos. Desde el lugar en que ella se encontraba podía verlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a su hijo que corría desde
otro ángulo hacia la puerta.
«Pensé que querían meterse para matarlo dentro de la casa», me dijo. Entonces
corrió hacia la puerta y la cerró de un golpe. Estaba pasando
la tranca cuando oyó los gritos de Santiago Nasar, y oyó los puñetazos de terror en la puerta, pero creyó que él estaba
arriba, insultando a los hermanos
Vicario desde el balcón de su dormitorio. Subió a
ayudarlo.
Santiago Nasar necesitaba apenas unos
segundos para entrar cuando se cerró la
puerta. Alcanzó a golpear varias veces con los
puños, y en seguida se volvió
para enfrentarse a manos limpias con sus enemigos. «Me asusté cuando lo vi de frente ---me dijo Pablo Vicario-, porque me pareció como dos veces más
grande de lo que era.» Santiago Nasar levantó la mano para parar el primer golpe de Pedro Vicario, que lo
atacó por el flanco derecho
con el cuchillo
recto.
-¡Hijos de puta! -gritó.
El cuchillo le atravesó
la palma de la mano derecha, y luego se le hundió hasta el
fondo
en el costado. Todos oyeron
su grito de dolor.
-¡Ay mi madre!
Pedro Vicario volvió a retirar el
cuchillo con su pulso fiero de matarife, y le asestó un segundo golpe casi en el mismo lugar. «Lo raro es que el cuchillo volvía a salir limpio
-declaró Pedro Vicario al instructor-. Le había dado por lo menos tres veces y no había
una gota de sangre.»
Gabriel García Máquez, Crónica de una muerte anunciada.